octubre de 1981 |
Justo debajo de la palmera había una protección sombreada donde se situaba el entrenador del equipo femenino de la Terlenka, era el padre de Espuny, un compañero de clase.
Después de tantos y largos años, la palmera había logrado superar la altura del propio edificio y albergar una considerable cantidad de aves que cada año nidificaban bajo la protección de sus frondas.
La palmera estaba antes que nosotros y cuando nos fuimos, ella continuó allí como testigo inamovible de nuestros juegos infantiles.
El nombre botánico de esta variedad es el de Phoenix Canariensis. No recuerdo que nadie la regara nunca, pero sus poderosas raíces encontraron agua aunque tuviesen que recorrer todo el patio.
Parece que algún pájaro había llevado en su pico las semillas de una higuera, porque un buen día, sorprendentemente había comenzado a crecer un árbol sujeto a su tronco. Por esta misma corteza trepaba una hiedra que recuerdo que el masovero del colegio tuvo que cortar para que respirara.
En mi vida he visto y plantado muchas palmeras, pero debo confesar que todas me recordaron siempre a la Palmera del Patio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario