lunes, 21 de marzo de 2011

GIMNASIA SUECA

Después se le llamó educación física, clase de gimnasia e incluso mucho tiempo después Psicomotricidad, una palabra que más bien parecía un arma arrojadiza.
Cuentan los estudiosos que a mediados de los años cincuenta, la población sueca media tenía deficiencias de salud debido a cierto estilo de vida sedentaria. Los educadores físicos y algunos fisioterapeutas idearon un patrón de ejercicios que se realizaban siguiendo una secuencia de estiramientos, flexiones o saltos. El maestro Ling de Estocolmo, ideó una serie de ejercicios o rutinas que todo el mundo podía practicar y que podría fortalecer la elasticidad de los músculos y evitar la flacidez o incluso la obesidad.

Plinton



Para hacernos una idea, podemos pensar en una especie de Tai Chi o clase moderna de Fitness, pero con ejercicios más repetitivos y singulares.

Visto desde cierta distancia parecía la clase de adiestramiento de los Marines americanos a toque de pito y en silencio. Lo más divertido era cómo el maestro ejemplificaba primero el ejercicio y la rabieta cuando inconsciente o deliberadamente no lo hacíamos bien.

Fragmento de un escrito publicado en La vanguardia el 11 de febrero de 1959:

HACER GIMNASIA
“ En los colegios de mi infancia, la clase de gimnasia que se tomaba muy en serio por los profesores, solía tomarse a broma por los alumnos.  Recuerdo aquellos patios de mi niñez con los muchachos haciendo gimnasia al compás de un silbato. Se hacía, sí, gimnasia y se hacía también el ganso…,


Libro de la época sobre los ejercicios de Gimnasia Sueca



El uniforme

Todos debíamos vestir igual: camiseta blanca de tirantes, pantalones azules de algodón, calcetines blancos –a ser posible- y zapatillas de loneta azules. Debo reconocer que siempre me sentí ridículo con esa indumentaria.

Los ejercicios

Primero de todo; estiramientos y calentamiento, quizá unas vueltas a la pista de basquet, después gimnasia sueca y finalmente los saltos.

Potro

Para los saltos se empleaban los siguientes complementos: el potro y el Plinton, este último era algo más alto y largo que el anterior. Había que correr desde cierta distancia y avanzar hasta él con ímpetu hasta rodar sobre su lomo en una pirueta que toscamente llamábamos voltereta. Al otro lado nos esperaba una mullida colchoneta azul o el suelo en el peor de los casos. Para que el salto se realizara con más impulso se colocaba una pequeña plataforma de muelles, que al pisarla salíamos lanzados.
Otro ejercicio muy popular era el ascenso en cuerda. Se trataba de una soga de unos cinco o seis metros lisa y sin nudos que uno debía subir a pulso o empujándose con los empeines de los pies, lo que decía, el cuerpo de marines.
Uno de los chicos se dejó deslizar agotado por el ascenso y se despellejó literalmente las palmas de las manos. ¡Qué lejos quedaban todavía las nintendo, wii o play station!. Entonces todo se hacía a pelo, sin florituras ni protecciones. Aunque algunos mudaran la piel de las manos varias veces en el mismo curso o siempre le sangraran las rodillas, debo decir que a pesar del odioso maestro Ling, todos sobrevivimos a las clases de gimnasia.



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