martes, 8 de febrero de 2011

CARTA A PEDRO ZAMORANO


Torre Rossent Soler [1915]. Contratista de la obra: Josep Monés i Jané.
 Imagen del Fondo ALEX DOMÍNGUEZ MONÉS


Imagen tomada durante el 6 de febrero de 2003


Cuatro recuerdos


                            Nací en 1963, ya sabes: With the Beatles, Asesinato de J.F. Kennedy, Blowin In The Wind [Bob Dylan],  estreno en el Tívoli de “Con faldas y a lo loco” con una maravillosa Marilyn Monroe y un genial Jack Lemmon.

Tuve una infancia más o menos alegre, mi abuelo Eloy me enseñó a leer y a escribir antes de ir al colegio. Mi primer contacto oficial con la enseñanza fue en el “Colegio de El Parque” donde hice parvulitos. En la fiesta de final de curso se organizó una función en la que los chicos íbamos vestidos de Soldaditos de Plomo –la función en sí misma ya era un plomo- y las chicas vestían de Bailarinas de ballet, a mí me tocó bailar la Raspa con la niña más gorda de la clase, una especie de hipopótamo embutido en una falda de tul. Aún me duelen los ojos de disimular tratando de no mirarla de frente, sus pisotones me hicieron luego ganar velocidad en submarinismo. Después de eso me inscribieron en el colegio de La Seda, que era donde me correspondía como hijo de los trabajadores del textil –mi padre trabajaba en La Terlenka-

Por aquel entonces el holding de empresas era mucho más extenso –Terlenka, Crilenka, Enka, Enkalone, Enkaswing, La Seda, Rayón…-
Enkaswing fracasó cuando en Venezuela obtuvieron una fibra más resistente y menos costosa llamada Nylon. Desmontaron todas las naves y vendieron la maquinaria pesada a precio de chatarra para no perjudicarse con la competencia. Décadas antes se habían construido las casas de La Seda junto a la carretera de la aviación. En esas mismas casas vivía Juan Antonio Giner Romagosa y Sánchez Morales.  Todo lo demás eran campos con un pequeño camino circundado por canales y humedales que conducían a la playa. En esos mismos campos crecerían después las mejores alcachofas del mundo. ¿Sabías que un aviador se estrelló en uno de esos pantanos?, la lápida de su tumba estuvo durante años rodeada de alcachofas por todas partes hasta que en noviembre de 2002, hace a penas unos años exhumaron el cadáver y parte del fuselaje. Ha estado expuesto en el museo militar de Montjuïc hasta hace unos meses en que fue trasladado. 

Era todavía un crío y no me adapté al cambio de colegio, lo consideré como un castigo por mis travesuras. En aquella época los problemas de adaptación se curaban de un sopapo, no existían como hoy, la legión de sociólogos, psicólogos, logopedas, consejeros de todo tipo, y listillos bienintencionados ..., así que debido a mis malas notas, los muy salvajes me obligaron a repetir curso y así fue como caí en vuestra clase siendo un año mayor de la edad media.

Al mismo colegio iban mis primos José Manuel y Santiago Julián, Su padre –mi tío Máximo- trabajaba en Rayón como mecánico –yo trabajé 4 temporadas de verano como personal de sustitución en la sección de Maceración Molturación [Los Molinos] Sección 1400, operario 1740].
Cuatro años después de mi ingreso en el primer curso, mis padres inscribieron a mi hermano Miguel Ángel, falleció en marzo de 1995 en un accidente de moto en Vendrell, sé que iba con otro compañero de clase, no recuerdo su nombre, pero ambos sufrieron el mismo fatal desenlace. Todavía no he curado esa herida.

Colegio La SEDA

Algunos viernes el Sr. Lladó proyectaba películas del Gordo y el Flaco y los alumnos mayores vendían Mirindas a 5 pesetas el botellín.

Junto a la pista de baloncesto había una palmera centenaria que llenaba todo el patio de dátiles, a los chicos que se portaban mal se les castigaba a recoger dátiles en un cubo durante todo el recreo.

Recuerdo las clases de gimnasia. Pantalón de algodón azul, camiseta de tirantes blanca y zapatillas de loneta. La subida de la cuerda, salto del potro, del plinton y otros ejercicios de contorsionismo al que llamaban gimnasia sueca, aunque los que nos hacíamos los suecos éramos nosotros sin atender al Sr. Ballarín que al final terminaba con la mano dolorida de pasarse toda la tarde dándonos capones, un verdadero prodigio olímpico. Lo nuestro era el fútbol, el baloncesto, el Churro media manga mangotero, la baldufa tachonada de chinchetas, las canicas, los cromos…y otras delicatessen.

Cada mañana el Sr. Ballarín desayunaba fruta desde la terraza del patio, preferiblemente uva, esto fue hasta que Giner le rompió las gafas de un balonazo. Las pelotas de futbol las recubríamos con grasa de caballo para evitar que se pelaran, pero lo cierto es que la grasa endurecía tanto el cuero que después nadie nos atrevíamos a rematar de cabeza.

De camino al Cole y antes de que en el quiosco de la plaza del ayuntamiento vendieran golosinas, pasábamos por el herbolario de la calle mayor y comprábamos Regalexia, Palodul. En invierno se nos cuarteaban los labios del frio por culpa de estar todo el día chupando el dichoso regaliz.

Junto al colegio de las monjas había una tienda de cocido de legumbres, toda la calle olía a las apetitosas legumbres mientras una cálida luz de mediodía nos acompañaba de vuelta a casa.





En los trabajos manuales, pinturas, plastilina, espejos hechos con pinzas de madera, figuritas de arcilla, palillos pegados –con el IMEDIO- sobre cajas de cerillas que parecían joyeros…nos esmerábamos un poco más porque sabíamos que al final de curso habría una exposición de puertas abiertas. ¿Dónde estarán hoy todas aquellas obras de arte?.

Al principio todas las libretas eran de rallas y los bolígrafos eran unos BIC que debían durar todo el curso y a los que para poder cambiar la mina teníamos que presentar la gastada. No se fiaban de nosotros. Cuando la tinta se secaba, teníamos que frotarlos con las dos manos como un Neanderthal para hacer fuego, una vez que recuperaba la temperatura volvían a escribir.
Los antiguos pupitres verdes con su agujero para poner el tintero tenían tantas manos de pintura que todas sus esquinas eran redondeadas.
La tarde de un jueves, lo recuerdo perfectamente, un niño de octavo me empotró de un empujón contra una de las papeleras metálicas del patio. De nuevo el Sr. Ballarín me tuvo durante casi dos horas apretándome el chichón con una moneda de 25. Lo hice con tanta pasión que después de desaparecer el chichón llevé el busto de Franco pegado a la frente durante toda la tarde, no hubo nadie que no riera la gracia.
El Sr. Ballarín encendía sus Ducados sin mechero, el cigarro anterior con el siguiente, en el último curso nos obsequió con un retrato de cada uno de nosotros a carboncillo. Yo perdí el mío en un traslado de piso. Todavía lo lamento.

Cuando llovía llenaban de serrín todos los suelos para evitar que resbaláramos, pero lo cierto es que con las botas mojadas y el serrín practicábamos patinaje artístico. Todo fue bien hasta que Gracia se abrió la muñeca contra la puerta del wáter.

Al lado del colegio vivía el Barbas, un personaje que menciono en mi libro. Nos burlamos tanto de su encorvada figura de cuasimodo, que cuando falleció nos supo mal. No sabíamos distinguir entre divertido y respetuosos.

Nunca obtuve un diploma, nunca conseguí un sobresaliente, siempre necesité recuperar en septiembre, pero un día volví al colegio después de casi veinte años y el Sr. Quílez me reconoció y me recordaba por mis convicciones, y mi amor por la literatura.
He leído cientos de libros, todos me han aportado algo y me han enriquecido espiritualmente, pero cambiaría todo eso por volver a mi pupitre una sola semana con lo que la vida me ha enseñado, un par de días para merendar en el recreo y fotografiarme con mis compañeros de la infancia con los que viví los primeros ocho años más importantes de mi vida. Desearía poder abrazarlos a todos, aunque con algunos, como Pastor, de momento no será posible.

2 comentarios:

  1. Muy elaborado tu blog. Puedes ver también grupos de alumnos y exalumnos en facebook, aunque más jóvenes. Esto de la nostalgia ataca a nuestra edad..

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  2. Preciosa descripción de momentos inolvidables que también viví.No mencionas la estación y los silvatos del los trenes que llenaban las clases.Elmatadero que durante años estuvo al lado dela estación.Las fotos en las escaleras de la entrada ,la clase con humedad,nada más bajarlas y las clases de música cantando aquello de ..un ratón ay que chiquitin,,,,tin tin...Gracias por tus comentarios.Un abrazo

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