martes, 26 de abril de 2011

NORMAN ROCKWELL


Siempre he sido un apasionado de los cuadros y gráficos de Norman Rockwell [1894 - 1978].
Ver el Norman Rockwell Museum de Stockbridge. Massachusette.

Aunque su  dilatada obra es muy prolífica, desde hace mucho tiempo he admirado su visión sobre la infancia -que en cierto modo es de lo que trata este blog, de cómo vivimos la nuestra-, en sus carteles publicitarios, portadas de revistas o cuadros, Norman supo captar cientos de sencillos giños cotidianos extraidos del diminuto tiempo al que llamamos niñez.





Una de las primeras cosas a las que nos enfrentamos durante nuestra época de colegio fue a las malas notas. Nuestro padre, armado de algunas de las más  inconmensurable de las virtudes; la paciencia, intentó que comprendiéramos las pocas posibilidades futuras que tendríamos si no aprovechábamos el tiempo, sino estudiábamos. Es una imagen familiar que se repite en mayor o menor grado durante  cada generación. Los hijos ahora son padres que hablan de las notas con sus hijos.                                               El padre de la imagen ha intentado dcumentarse antes de hablar con el joven, sobre su rodilla el libro abierto tiene como título: "The facts of Life" (Los hechos de la vida).

Las excursiones y otros desplazamientos eran siempre momentos emocionantes en los que a bordo de un vehículo lento, incómodo y sin aire acondicionado éramos capaces de recorrer miles de kilómetros con el mismo casette -cara A. cara B- y vuelta a empezar. Todo lo simple, sencillo y elemental era lo más notable  y sobresaliente de nuestro pequeño mundo.

Llevar gafas no solo era arriesgado y traumático, sino también un verdadero engorro,  además duraban poco, al primer cabezazo o pelotazo quedaban hechos añicos los cristales y la frágil economía doméstica.                Gafotas, Pitagorín, Rompetechos, cuatro ojos..., la lista de apelativos cariñosos era larga y extensa. No es de extrañar que el niño del cuadro esté agarrado a la silla como si le fueran a marcar con hierro candente, su cara de resignación lo dice todo. ¿Cómo jugará así al béisbol?     

Para el afable oculista, no tiene mucha importancia. Es difícil comprender a un niño si intentamos verlo desde nuestra mente adulta, una perspectiva muchas veces miope, elevada y egocentrista. Para hablar con un niño hay que condescender hasta su altura y mirarle a los ojos. Si no nos reímos con sus problemas "insignificantes", habremos logrado el milagro de ganarnos su confianza.

  La paz durante una clase era tan quebradiza y frágil como el vuelo de una mosca.En esta imagen, los niños colman la pizarra de buenos deseos para la Srta. Jones.                          Son gestos simples como escribir con tiza, como una flor de celofán cuyo único valor es el que nosotros le atribuyamos. Muchos te quieros recortados en la cartulina y pegados con toscos colores decorativos que ya solo ocupan un lugar en nuestra memoria, porque..., ¿quién puede guardar todos los trabajos manuales de los niños?                                       

No sabemos cuantos años cumplía Miss. Jones, pero sí sabemos que su sonrisa perdurará en este cuadro.



El tomate estrellado sobre la pared no alcanzó a la niña. Debía ser más peligrosa que la niña del exorcista a juzgar por la escolta de cuatro adultos.
En nuestro tiempo, la globalización ha llenado las aulas de niños de diferentes culturas, orígenes y razas. No podemos permitir que los prejuicios, xenofobias y otros lamentables sentimientos nos priven de enriquecernos con la aportación de otras culturas, algunas incluso más antiguas que la nuestra.

Esta es una de mis imágenes preferidas, la última vez que la vi fue en la cubierta de un libro de Betty Smith "Un árbol crece en Brooklyng" -una lectura que recomiendo-.  Lo de mirarse al espejo y compararnos con alguien famoso es una de las más incipientes fantasías de juventud. ¿Qué seré de mayor, a quién me pareceré? La vida siempre nos guarda alguna sorpresa y muchas veces nada es como habíamos pensado. Ni mejor ni peor, sencíllamente diferente.

Hay algo de tristeza en la mirada de la niña que podríamos llamar incertidumbre, pero es que ¿quien sabe lo que nos deparará el mañana? Los astronautas son hoy administrativos; las enfermeras, dependientas de supermercado y los días trancurren, porque todos somos lo que nos depara la vida y una buena parte de lo que nos permite nuestra infancia.


 Se diría que la fuga solo llegó hasta la heladería.



BIBLIOGRAFÍA:
Qbinet:       Wikipedia:      Rockwellsite:






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