jueves, 28 de enero de 2021

UN NIÑO ABSORTO EN SU MUNDO


 


En el año 1970, cuando la mayoría de nosotros apenas teníamos 6 años, cruzamos por primera vez las puertas del Colegio La SEDA. Ese mismo año estrenaban los Beatles su canción: “El largo y tortuoso camino”, y para nosotros, el primer día de colegio se parecía mucho a esa canción. Habíamos dejado atrás la comodidad de nuestros hogares y no sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar. Parecía que nos habían reclutado para ir a la guerra y algunos niños lloraban porque tenían miedo a lo desconocido, pero los profesores de entonces nos ayudaron a adaptarnos y pronto correteábamos alegremente por todas partes. Sobre todo a la hora del recreo.


En aquel tiempo, el patio del colegio, era de tierra y la lluvia formaba surcos con los que tropezábamos constantemente. 

Mientras jugábamos al fútbol, el antiguo director, el señor Ramón Ballarín nos vigilaba desde la terraza desayunando su característico racimo de uvas. Si alguien no se portaba bien, hacía sonar su silbato y nos castigaba recogiendo los dátiles que habían caído al suelo desde una palmera centenaria que crecía junto a la pista de baloncesto.

Antes de volver a clase formábamos en fila y en silencio, marcando una distancia con la yema de nuestros dedos sobre el hombro del niño de delante. 


Desde el aula podíamos ver muchas veces, asomados a la ventana, al jefe de estación con su gorra de terciopelo, visera reluciente y un banderín rojo dando la salida del tren, a veces, mientras todavía le mirábamos embobados, nos saludaba con la mano.


Algunos viernes por la tarde, creo que era cada quince días, teníamos cine. ¡Era algo fantástico, porque aún no existía el vídeo! El señor Lladó junto con el director Ballarín proyectaban una película de 24mm, en blanco y negro, que casi siempre era de Charlot, Tlntín o del Gordo y el Flaco. Mientras reíamos con la película podíamos tomar un refresco de naranja que se llamaba Mirinda y que costaba 15 pesetas (9 céntimos de ahora). Ese era uno de los mejores momentos de toda la semana.


En aquellos años vivíamos vidas sencillas. No teníamos Internet ni videojuegos o teléfonos móviles, pero éramos felices con muy pocas cosas: unas canicas, un tebeo o unos cromos de fútbol o de personajes de nuestras series favoritas: Pipi Calzaslargas, Popeye o Mazinger Z...


Aún conservo mi libro de matrícula, con la foto de mi primer día de clase, y mi libreta de notas, en aquella época teníamos 10 asignaturas y además también se puntuaba nuestro comportamiento y relación social. Este último boletín 1977-78 lo firmaba el tutor, el señor Jesús Círia.


Ya han pasado más de 40 años y recuerdo la época del colegio con cariño. Me gustaría disponer de una máquina del tiempo para regresar al pasado, hasta aquel momento. 


Muchos de aquellos profesores incentivaron en alguno de nosotros el amor por el lenguaje y la literatura. Quizá por eso, hoy soy escritor y ya he tenido la oportunidad de publicar cuatro libros. Es algo que les agradeceré siempre y también aquellas tardes de tebeos, libros de aventuras y redacciones sobre lo que habíamos leído.

Libros como este: “Viaje al centro de la tierra”, de Julio Verne.


Algunos profesores y alumnos ya no están entre nosotros, a pesar de ello hemos mantenido el contacto con casi todos los de aquella época y compartido muchas anécdotas y recuerdos a lo largo de todos estos años. En cierto modo, pasamos una buena parte de nuestra infancia juntos y compartimos muchas experiencias inolvidables.


Durante nuestra época de colegio aprendimos todo lo necesario sobre: historia, matemáticas o naturales, participamos en actividades deportivas y creativas, pero lo mejor que aquellos profesores nos enseñaron era sobre cuál debería ser nuestra actitud ante la vida.  Aprendimos la importancia del respeto y la dignidad, del trabajo en equipo, del esfuerzo, la honradez o simplemente pedir las cosas por favor y dar las gracias.


Todo aquello son algunas de las cosas que hemos intentado transmitir a las siguientes generaciones. Porque saber el nombre de todos los ríos de España o quienes eran los reyes Visigodos podría tener cierta utilidad en la vida, pero aprender a comportarnos, ha sido el mejor legado que recibimos de entonces.


Terminamos el colegio en el año 1978, quizá algunos de los que me están escuchando todavía no habían nacido y solo deseo recomendaros que viváis esta época tan intensamente como lo hicimos nosotros, que aprovechéis al máximo esta oportunidad para aprender a tomar decisiones inteligentes, ser respetuosos y tener una buena actitud ante la vida.




miércoles, 16 de septiembre de 2020

ALGO ESTABA A PUNTO DE CAMBIAR

 



Nos adentramos en los 80 con la permanente sensación de que atrás dejábamos una época gris y sórdida. Las canciones extranjeras, las series de televisión, las películas y los cómics nos ayudaron en ese proceso de despresurización y abrieron nuestra mente a nuevas formas, colores y tendencias.


Habían pasado muy pocos años desde nuestro final de curso en el colegio y aún no sabíamos lo que haríamos con nuestras vidas. Todavía era pronto y apenas acabábamos de romper el cascarón. Pero de algo estábamos convencidos: nuestros primeros recuerdos, para bien o para mal, nos acompañarían siempre. 

Todavía hoy parece increíble que sobreviviéramos a los ratos de patio, los columpios oxidados, el campo de fútbol de tierra, beber de una manguera o la certera zapatilla de nuestra madre.

Por algún extraño motivo, hasta los 18, el tiempo transcurría mucho más despacio y esto nos daba la oportunidad de saborear alguno de aquellos momentos estelares. Nuestro primer beso, el primer coche, o el primer trabajo.


No podemos llegar a la conclusión de que cualquier tiempo pasado fue mejor  aunque con los 80, haría una excepción.

sábado, 18 de abril de 2020

LAS COSAS QUE NO NOS DIJIMOS




Marc Levy es el autor más leído en Francia. En 2008 escribió su octavo libro “Las cosas que no nos dijimos” editorial Planeta 2009 y pronto es traducido a más de cuarenta idiomas. La obra de Levy fue adaptada a guión cinematográfico almenos en tres ocasiones.

En la biografía de sus comienzos, Levy es un socorrista de la Cruz Roja que ama la literatura y que poco después crea su propia empresa especializada en imagen digital y nueve años después regresa a París para abrir un despacho de arquitectura. Fue en ese momento cuando decide escribir una narración para su hijo. Ese primer contacto con la página en blanco fue el detonante y en el año 2000 publica su primer libro con un resultado fulminante, convirtiéndose en un bestseller que le catapultaría al oficio de escritor.

En “Las cosas que no nos dijimos” Levy explora eso que algunos han llamado hasta la saciedad:”falta de comunicación”.

"Cuatro días antes de su boda, Julia recibe una llamada del secretario personal de Anthony Walsh. Walsh es un brillante hombre de negocios, pero siempre ha sido para Julia un padre ausente, y ahora lleva más de un año sin verle. Como julia imaginaba, no podrá asistir a la boda. Pero esta vez tiene una excusa incontestable: ha muerto.Al día siguiente del entierro, Julia recibe un extraño paquete y descubre que su padre le ha reservado una última sorpresa. Gracias a ella, Julia se embarcará en el viaje más extraordinario de su vida. Un viaje que le llevará a descubrir un pasado inesperado y le permitirá conocer a ese hombre que fue su padre, con el que habían quedado tantas cosas por decirse".

jueves, 16 de abril de 2020

EL NIÑO QUE FUIMOS





¿Tienen los escritores alguna noción o algún recuerdo real de lo que es un niño? Yo lo tengo, y lo he reforzado durante cuarenta y cinco años de dar clases a niños. Un niño es un hombre en miniatura, y aunque a veces pueda mostrar una notable virtud así como características que puedan resultar encantadoras por lo ingenuo, también es intrigante, egoísta, traidor…, sinvergüenza y villano; en pocas palabras: un hombre.

“El Quinto en Discordia"
Robertson Davies 

Las palabras del autor de la Trilogía de Deptford indaga en lo que fue su infancia y mucho tiempo después, su vida como docente y por lo tanto, de nuevo en contacto con niños. Los niños pueden ser unos encantadores tiranos, dulces egoístas y un gran cumulo de contradicciones.

Si nosotros fuimos así, quizá ya no lo recordamos, pero lo que no hemos olvidado es que la nuestra, fue una época con la capacidad de disfrutar de la vida y ser felices con muy poco; un puñado de canicas, cuatro cromos de fútbol y mucho ingenio para disfrutar de nuevos retos y aventuras que no costasen dinero.

No podemos concluir que “cualquier tiempo pasado fue mejor", porque cada etapa de la vida tiene sus propias características. Sin embargo sin enfermarnos de nostalgia, lo cierto es que muchas cosas que vivimos entonces, hoy serían impensables: montar en bicicleta sin casco, beber de una manguera, pasar toda la tarde en la calle, jugar con el mercurio de un termómetro, asomar la cabeza en un tren en marcha, lanzar piedras con un tirachinas…, aquellos pequeños delincuentes son hoy adultos muy respetados que reprenden a sus hijos como si hubieran olvidado todo lo que hemos descrito.
Publicaba recientemente Catherine L'Ecuyer en su columna de La Vanguardia:

"En cada una de esas deliciosas cabezas, decía Chesterton refiriéndose a los niños, hay un universo recién estrenado como lo fue el séptimo día de la creación. Así ven el mundo los ojos asombrados de nuestros pequeños, porque “no dan nada por supuesto”. Los ­niños no creen ni dejan de creer en los milagros, porque para ellos todo es un milagro"

Si lo pensamos bien todo fue un milagro, que sobreviviéramos a nuestra infancia y que tantas veces, como hoy, hayamos acudido a ella.

El dramaturgo británico Tom Stoppard, guionista de la película “Shakespeare in love” decía: “Si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás" y con esto sencillamente hacía referencia al niño que fuimos y que siempre ha estado dentro de nosotros.

TRANSLATE