viernes, 20 de marzo de 2020

NO TENÍAMOS WHATSAPP



Este grupo tiene la misma antigüedad que todos nosotros, no existía WhatsApp, ni Wifi ni Instagram pero éramos felices con cosas increíblemente sencillas como un sobre MontaPlex de 5 pesetas. 
Es difícil mantener una relación de amistad durante tantos años, seguramente que todos nosotros tenemos diferentes opiniones sobre la vida, algunas de ellas incluso encontradas, pero si hemos llegado hasta aquí no ha sido por escarbar en nuestras diferencias, sino por compartir lo que nos une. En este caso nuestro pasado durante ocho años de nuestra vida. 





Dicen los psicólogos modernos ‘en nuestra época solo conocíamos la ley de la zapatilla' que los primeros años de la vida de una persona son decisivos, es posible que tengan razón, y que eso explique por qué todavía hoy nos alegramos tanto de vernos, de reencontrarnos. No es fácil, cada uno tiene sus rutinas y circunstancias, pero si alguna vez somos capaces de acudir, nos sentimos mejor que sino hubiésemos venido. Retomar el contacto después de tantos años no es eso que llaman “la crisis de los 50”, si lo pienso bien, mis únicas crisis han sido económicas. No. Más bien es un ejercicio de voluntad. Es decir, de alguna manera y a pesar de todo, hemos decidido no perder nuestra amistad, y esa es nuestra voluntad. La voluntad es lo que nos mueve en la vida, una poderosa energía que no contamina y que nos impulsa a cuidar lo que queremos y apreciamos, porque detrás de esa voluntad se encuentran nuestros motivos: el cariño, el respeto, la amistad. 
Mi aprecio por aquellos alumnos, compañeros de entonces crece con los años, nuestras irrepetibles anécdotas, la nostalgia de otra época que solo regresa cuando volvemos a vernos. 
He dedicado unos minutos a decir todo esto, cuando quizá se podía haber expresado con menos palabras, posiblemente con una sola frase: “Compartimos ocho años de nuestra vida que fueron entrañables y decisivos, y vosotros estabais allí ”

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