Quizá todavía influenciado por las películas del Oeste que emitían en televisión los sábado por la tarde, de niño siempre me gustaba jugar en el suelo, recuerdo bien mi pequeño ejército de indios americanos escabulléndose del 7º de caballería entre la cesta de la compra y el tambor de detergente que usaba mi madre para la lavadora.
El contacto con el suelo era refrescantemente creativo y
auténtico. Desde esa perspectiva me sentía como un superviviente al humo de un
incendio. A esa altura, todo lo que ocurría a mi alrededor, ni siquiera me
rozaba.
Un día miré hacia arriba y me convertí en adulto, o al menos
eso era lo que yo creía, porque no pude evitar emocionarme al ver de nuevo los
juguetes COMANSI y su poblado indio en una tienda de coleccionistas. Esos establecimientos que en realidad lo que venden es alimento para la nostalgia.
Cerré los ojos al acercarme uno de esos muñecos a la nariz para comprobar si olía igual que en mis recuerdos, para respirar de nuevo toda la emocionante aventura y aquellos evocadores momentos de mi infancia.
Cerré los ojos al acercarme uno de esos muñecos a la nariz para comprobar si olía igual que en mis recuerdos, para respirar de nuevo toda la emocionante aventura y aquellos evocadores momentos de mi infancia.
Cuantas batallas entre el Ford Fox y los indios...Tengo algunos en casa después de 45 años...
ResponderEliminar