El Teniente Ripley, RinTi y el pequeño Rusty
En casa teníamos una televisión INTER
con dos canales. La uno y la UHF. Para cambiar el canal había que levantarse,
es decir mi padre decía: “pon la segunda” y yo obedecía al punto y sin
rechistar, en cierto modo era como un mando a distancia con patas, subía el
volumen y cambiaba los canales. Por aquel entonces aún no existía el zapping,
pero sí que se emitían series tan entrañables como Rin Tin Tin.
Salvando el tiempo y las distancias
aquella serie sobre el niño superviviente de una incursión de indios americanos,
nos hacía sentir como flotando en el inmenso espacio tiempo. Los soldados de
caballería lo acogieron como un grumete desvalido y le dieron un hogar, pero lo
más sorprendente estaba aún por llegar: RinTi, un perro pastor alemán que
congeniaba con el niño como si fuera su pequeño cachorro y que le obedecería en
todo.
He visto tiempo después muchas
series de acción y aventuras con perros, pero ninguna tiene para mí el mismo dulce
sabor de la nostalgia infantil como Rin Tin Tin.
Era fascinante observar cómo se relacionaba
y comprendía a sus dueños y cuantas veces su intervención fue decisiva para la
supervivencia del niño Rusty y de todo el regimiento.
La música, el glamour del blanco
y negro y la inocencia perdida de una época tan remota como mis sueños, me ha
devuelto algo del niño que olvidé haber sido.
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